EL NUEVO LEÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA
Se están viviendo acontecimientos históricos en la Iglesia Católica en los últimos tiempos. Si el funeral del fallecido Papa Francisco fue capaz de reunir a 167 Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno, batiendo todos los récords de asistencia conocida como símbolo de respeto y reconocimiento a una persona que ha dejado y dejará para el futuro una profunda huella, a pesar de acciones más o menos discutibles, la elección del nuevo Pontífice ha subido aún más este momento de efervescencia. Como siempre en estos casos, un montón de sabios y sabias de los entresijos del Vaticano habían vaticinado que tal o cual candidato era favorito en las famosas quinielas. Pues bien, al final, todos los pronósticos fallaron, como no era menos. Para sorpresa general el elegido ha sido Robert Francis Prevost, obispo-cardenal de una provincia peruana que de repente ha aparecido en el mapa, Chiclayo. Aunque nacido en Chicago, con raíces francesas, españolas y con con una importante labor misionera en la zona peruana y que Francisco llevó al Vaticano para hacerse cargo del Dicasterio de los Obispos, creo que no va ser un Papa a quién le tiemble el pulso para afrontar las tremendas complejidades del mundo actual. Ahora, esos sabios y sabias se apuntan que era uno de los posibles; ¡y un cuerno! nadie pensaba en él.
Por supuesto que su labor será muy complicada, pero ya ha dejado claro en su primer mensaje desde el balcón vaticano, "una Iglesia para todos", "Dios cuida de ustedes, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios", dijo de hecho desde la plaza de San Pedro en su primer discurso. Aquí todos somos iguales, por si acaso alguien no se entera.
Habiendo sido el Prior General mundial de los Agustinos y conociendo que la orden agustiniana siempre está en la fronteras, en primera línea, junto a los más marginados y vulnerables de la sociedad y que piensa que una forma muy válida de lograr salir de las periferias es por medio de la educación, está fuera de toda duda que será un Papa exigente con todo lo relacionado con ello. La tremenda ilusión y esperanza con que se ha acogido su nombramiento, no solo en la Iglesia Católica, sino en todo el mundo en general, como contrapeso a una serie de liderazgos muy cuestionables que hoy rigen en nuestro planeta.
Y para finalizar el nombre con que se le conocerá, LEÓN XIV. Toda una declaración de intenciones, con una clara alusión a León XIII y su famosísima Encíclica RERUM NOVARUM, que, me temo, será leída, releída, estudiada y debatida hasta la saciedad. Lo que llevará a profundas y sesudas deliberaciones. Veremos en que dirección.
Y, para finalizar, su escudo y lema para su pontificado, con una clara vocación hacia San Agustín, el escudo está dividido diagonalmente en dos sectores: la parte superior tiene fondo azul y presenta un lirio blanco; la parte inferior tiene un fondo claro y presenta una imagen que recuerda a la Orden de San Agustín: un libro cerrado en el que hay un corazón atravesado por una flecha. La imagen recuerda la experiencia de la conversión de san Agustín que él mismo explicó con las palabras «Vulnerasti cor meum verbo tuo», «Has traspasado mi corazón con tu Palabra». Con el lema «In Illo uno unum». Estas son las palabras que pronunció san Agustín en un sermón, la Exposición del Salmo 127, para explicar que «aunque los cristianos seamos muchos, en el único Cristo somos uno». Se avecina un Pontificado muy, muy interesante y transformador, en todos los sentidos. En un mundo tan complejo, cambiante, vertiginoso y un poco caótico que vivimos, hace falta un león con fuerza, valentía y capacidad de liderazgo de una manada de 1.4000 millones de personas.
Como siempre, el Espíritu Santo sabe lo que hace. ¡¡¡Amén!!!
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